miércoles, 23 de febrero de 2011

No entraron en la historia



Los talleres de Vialidad,

reinaron durante 20 años,

pero nadie los recuerda


La historia de Tolosa parece estar signada por grandes pérdidas en materia de fuentes de trabajo. Conocido es el tema de los talleres del ferrocarril, que en enero de 1905 fueron transferidos a Liniers, lo que representó un golpe fuerte para la localidad, que había crecido al amparo de la actividad ferroviaria.

Pero mucho más acá en el tiempo, y a muy poca distancia de los abandonados galpones que por momentos tuvieron un ritmo infernal de trabajo para la atención de locomotoras y vagones, se levantaron otros talleres, los de Vialidad Provincial y que en su mejor momento llegaron a albergar a más de 600 operarios, pero que de la noche a la mañana, un gobierno militar, se encargó de desmantelar. Hoy allí funciona una dependencia del Ministerio de Desarrollo Social.

Estos talleres existieron por más de 20 años en 3 entre 522 y 523 y sirvieron de apoyo para los talleres regionales de las 12 zonas que poseía la Dirección de Vialidad de la Provincia de Buenos Aires.

El Ingeniero Ricardo Ortiz, a los 92 años, nos contó con añoranza y con orgullo, como fueron levantados estos talleres que llegaron a ser catalogados como uno de los más importantes de Sudamérica, en el mantenimiento y reparación de máquinas viales.

Los comienzos de la historia

Ricardo Ortiz nació en Villa Iris, un pueblito cercano al límite con La Pampa, el 23 de julio de 1919. Allí se habían radicado sus padres dos años antes, para luego mudarse a Hucal, un centro ferroviario en donde empezó a escuchar los primeros relatos sobre Tolosa de jóvenes aspirantes a maquinistas que eran enviados allí para hacer las primeras prácticas en el ferrocarril Bahía Blanca Noroeste, que llegaba hasta Santa Rosa.

Ingresó a la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la UNLP (hoy Ingeniería) como becado por ser el mejor promedio de la Escuela Industrial Superior de la Nación. Sus estudios se orientaron a la mecánica, pero cuando se creó la Ingeniería Aeronáutica, se inclinó hacia ella, no sin antes meditarlo mucho.

“La carrera me atraía porque siempre me gustaron los aviones. Mi casa estaba frente al Aeroclub de El Dique y permanentemente veía despegar y aterrizar los aviones”, nos dijo sobre su primera vivienda en La Plata. Paralelamente ingresó a trabajar como ayudante inspector en la Dirección de Aeronáutica Civil de la Nación, lo que le permitió interiorizarse de todas las novedades de la aeronáutica. Pero cuando esta dependencia pasó a la órbita militar, decidió renunciar. Luego pasó por la compañía Alfa, una de las tantas que empresas que por decisión del gobierno de Juan Domingo Perón pasaron a integrar Aerolíneas Argentinas el 7 de diciembre de 1950. El ingeniero Ricardo Ortiz fue jefe de motores, hasta que decidió alejarse de la empresa.

Volvió a la tierra

Después de un par de experiencias dentro del mundo de los aviones, en donde los militares metieron la “cola” y cambiaron las condiciones de trabajo.

“En el año 1957, la Dirección de Vialidad inicia un plan importante de construcción de caminos y mejoramiento de la red vial existente. Esto necesitaba tener un apoyo importante en el mantenimiento de los equipos, por lo que se ordena llevar los talleres de El Dique a Tolosa. Fue así que me nombran gerente general y me rodeo de gente con experiencia, porque mi idea era confeccionar un plan de reorganización, con una estructura moderna de manejo industrial. Teníamos a cargo unas 3 mil máquinas en toda la provincia”.

Era la época de Frondizi y la tarea para el ingeniero Ortiz era de gran responsabilidad: Montar una estructura nueva y darle vida, lo obligó a una larga permanencia en la planta, por lo que decidió mudarse a Tolosa, en donde permanece hasta la actualidad.

“Se construyeron edificios adecuados, se implementaron nuevas técnicas de mantenimiento basadas en la prevención y se le dio una otra concepción a la actividad, creándose las líneas de montaje. Los talleres supieron tener máquinas de gran valor y alta tecnología, por lo que vinieron de distintos países a observar su funcionamiento. En la época de máximo esplendor se reparaban 6 motores diesel por día”.

Cuenta Ortiz, que muchos operarios se capacitaron en el exterior. “Uno de los inconvenientes que tropezamos fue la falta de agua. La Provincia no tenía presupuesto para construir un tanque, así que se me ocurrió pedir uno que estaba en el Bosque platense, que estaba en desuso porque se había empezado a bombear agua desde la planta de Punta Lara. El tanque tenía una capacidad de 200 mil litros y solo había que desmontarlo y trasladarlo, luego de conseguida la autorización. Sin embargo el Dr. Nicodemo Scena, un ecologista y defensor del bosque a ultranza se apuso. Fue necesario negociar, por lo que Vialidad provincial se comprometió a construir la gruta, reponer dos árboles por cada ejemplar dañado y además colocar algunos bustos de personas prominentes de la ciudad. El traslado duró 5 días y el tanque llegó a Tolosa el 5 de octubre, día de camino, y se festejó como correspondía”.

Luego de tanto esplendor, cuando el país cayó en el oscuro proceso de “reorganización Nacional, los talleres fueron desmantelados y volvieron a El Dique. Distintas dependencias oficiales deambularon por los galpones, que hoy muestran las consecuencias del implacable paso del tiempo y el abandono, de un emprendimiento que fue reconocido en Sudamérica y casi nadie recuerda.

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