lunes, 5 de mayo de 2014

Era tempranito, casi de madrugada, para las costumbres de Ramón. Ya había apurado unos amargos en su casa, un departamento de pasillo al fondo, en donde algunos maceteros con helechos sirven para disimular el descascarado de la medianera. Caminaba rápido hacia la avenida 1, por la 528 bis. De tanto en tanto, despedía una bocanada de humo. Es que pese a que el médico le había recomendado no fumar, le costaba dejar el vicio que lo agarró casi cuando empezó a ir a los bailes. Su mano derecha no abandonaba el bolsillo derecho. Es que en lo de Carlitos Beltrano se encontró con la recompensa de haber acertado un triplete a la cabeza. En “ladrillo” de billetes de Roca estaba bien custodiado. Ahora, la mira estaba puesta en la Vinería “El Changuito”. La ocasión ameritaba festejar con un buen tinto, pero tal era el acelere, que prácticamente ignoró a Polilla, que salía de la Delegación Comunal. -Pará, Ramón… pará. ¡Bajate de la moto, viejo! ¡Si parece que ya no me conocés…! -Perdoná Polilla, hermano. Es que la emoción no me deja ver. Lo agarré con un Belgrano y es casi casi el doble de lo que cobro de jubilación y eso que ahora nos dieron el aumento. -¡Qué suerte, Ramón! Menos mal que cobraste sin ningún problema… -¿Por qué lo decís, Polilla? -Y vistes que las máquinas parece que andan fallando y el Bapro anduvo poquito y nada. -¡Polilla!, parece que los muchachos encargados de orientar las antenas para que funcionen las máquinas del Bapro trabajan a ritmo de tortuga y por reglamento los fines de semana son de 4 días, así que si tenés problemas te la tenés que aguantar. Hay días en donde no recaudan ni la limosna de misa. ¡Ramón!, ¿y con la máquina de la quiniela, no pasa lo mismo? -Ah no, Polilla! Esas máquinas son sagradas. Son la vaca lechera de la Provincia y guay con que no funcione una solita. Si se para, se activa un mecanismo, que inmediatamente se pone en marcha el operativo de reparación y si el técnico no lo puede hacer, creo que lo someten a un pelotón de fusilamiento, sin juicio previo. - Son tan eficaces como los botones antipánico que repartió la administración de Bruera entre los comerciantes. ¿No te parece, Ramón? -¡No me jodas, Polilla!. El otro día me contaba un comerciante, que tuvo que apretar 4 veces el botón y la patrulla verde apareció a los 55 minutos. De no haber sido por el 911 que cayeron al toque, los hubieran dejado en bolas. Dicen que la misma policía recomienda que sigan llamando al 911. -¿Ramón? Hablando de choreos. Los motochorros tienen a maltraer a la zona de 10 y 520. -Si, Polilla. Me contó una vecina que ya casi no puede salir a hacer las compras porque los arrebatos están a la orden del día. Te manotean la cartera, las bolsas con mercadería o lo que venga y lo peor es que tienen una total impunidad, porque actúan a plena luz del día. No hay quien los pare. El patrullero pasa de vez en cuando y los caminantes ¿qué van a hacer? -Claro, Ramón…! Los caminantes no pueden hacer nada. Primero antes de actuar, tienen que terminar de mandar un mensajito por el celu. Y eso en el mejor de los casos, porque hay veces que más que vigilantes, parece una parejita de novios paseando por la avenida 7. -Lo que pasa, Polilla, que los muchachos no son de fierro. Yo mismo he visto a un par de morochas con uniforme que parten la tierra… -Bueno, hermano, apuremos el tranco. Nos estamos viendo, Polilla. Todavía tengo que ir al café a apurar la tinta negra de todos los días. Repasar las fijas para hoy y después darme una vueltita por el Mercado Central. Creo que me va a alcanzar esta vez para un buen pucherito… ¡Si querés, te espero al mediodía…!

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